Juan José Olivares
Periódico La Jornada
Jueves 16 de mayo de 2024, p. 7
En el país, grandes empresas mineras trasnacionales y mexicanas controlan enormes extensiones de tierra, haciendo caso omiso de la ley, así como de quienes nacieron en esos sitios y a quienes obligan a exiliarse.
Con represión y violencia, silencian a quienes alzan la voz. Devoran montañas, secan las aguas subterráneas y contaminan los campos.
Julien Elie, documentalista canadiense enamorado de México, admira la belleza del territorio, pero también destaca el lado oscuro. En 2002 filmó su primer documental, The Last Meal, inmersión en el horror de Huntsville, Texas, capital de la pena de muerte en Estados Unidos. También es autor de Soles negros, sobre la ola de feminicidios y violencia que azotan a México, cinta que presentó en varios festivales.
Ahora alista el estreno de otra cinta de no ficción, La guardia blanca, sobre los esfuerzos de activistas y luchadores que dan a conocer el despojo y contaminación de recursos naturales por grandes corporaciones mineras trasnacionales y mexicanas.
Corresponsales de La Jornada
En el documento, de inmersión, como lo califica, se escuchan las poderosas voces de los activistas Roberto de la Rosa (campesino que desde 2005 es conocido por la lucha de su pueblo, Salaverna, Zacatecas) y Julián Carrillo, quien fue asesinado en 2018 al oponerse al desplazamiento de la comunidad tarahumara de las Coloradas de la Virgen, en Chihuahua. Incluso, de periodistas como Alfredo Valadez y Sergio Ocampo, corresponsales de La Jornada que durante años han denunciado esos temas.
En entrevista, Elie compartió que en una ocasión, al viajar de Canadá a México, conoció el libro Huesos en el desierto, de Sergio González Rodríguez, y “me tocó mucho. Conocía México, pero en ese tiempo ni siquiera hablaba bien español. Conocí a Sergio y grabamos Soles negros, pero luego él murió. Fuimos testigos de manifestaciones por la defensa de la tierra.
Una vez, luego de haber conocido a Sergio Ocampo, fuimos a seguir el tema de los 43 normalistas de Ayotzinapa y vimos una nota aislada sobre una población afectada por una mina en Guerrero. Fue para mí un choque total porque conocía la situación de las mineras canadienses.
Cuenta que luego de hacer una cinta sobre feminicidios, siguió su instinto para rodar otra sobre los ecocidios. No es una secuela, pero sí puede ser una segunda parte, un segundo paso a lo que podemos compartir que pasa en México, país que amo. Filmar esto es una manera de expresarlo.
Para él, La guardia blanca es una película sobre los sentimientos que deseo compartir acerca de esas zonas sin ley y el destino de la gente que ahí vive.
Con fotografía de Ernesto Pardo (El Eco y La tempestad), la cinta brinda una mirada a las consecuencias de la sobrexplotación de la tierra, mostrando cómo se ven afectados los paisajes naturales por la minería y la industria; también se siente como un homenaje a esos defensores de la tierra, se le comenta al realizador.
▲ La trama de la cinta, aunque se sitúa en México, puede ocurrir en cualquier parte del mundo, señala el realizador. En las imágenes, fotogramas de La guardia blanca
–Claro, es un homenaje a esos héroes que luchan contra un monstruo sin cara, pero también al país y a la tierra. La violencia tiene muchas formas y caras, y las amenazas tienen el rostro de empresas, de gobierno, de la policía, de los medios, incluso.
–¿Se puede dormir tras registrar un tema así?
–No es fácil, pero no soy mexicano, no soy periodista, no investigo en esos lugares. La gente me pregunta a veces si fue peligroso grabar en esa zonas. Respondo que sí, pero es mi decisión ir. Recuerdo el caso de Julián Carrillo y su familia, quienes no pueden irse. Yo vivo en Canadá estoy lejos, pero aún así es difícil. De hecho, quería filmar otro tema, pero la vida me llevó ahí. La verdad, fue más complicado que Soles negros.
El deseo de Julien Elie no es ofrecer cifras, datos, sino, simplemente, que la gente sienta y sepa que detrás de esa montañas lindas y esos paisajes tan hermosos existe ese tipo de violencia. Se refiere a la gente al servicio de los grandes y voraces empresarios, grupúsculos de delincuentes que les hacen el trabajo sucio.
–¿Cómo en un lugar tan bello pueda haber tanta maldad? –se le insiste.
–Tengo fascinación por los paisajes que están destruyendo y que están desapareciendo físicamente y de nuestra memoria, y cómo podemos convivir con la memoria de esos lugares. La guardia blanca –asegura– versa sobre el mecanismo de despojo de devastación territorial que se ha sucedido desde hace unos 500 años.
Para él fue importante no enfocarse en un lugar específico ni en personas. “Es una historia que puede pasar en cualquier parte del mundo. La guardia blanca pudo hacerse en cualquier lugar de África, el resto de América Latina o en Canadá, donde también hay devastación, aunque la diferencia es que allá aún hay un estado de derecho, es decir, al menos no matan a los periodistas, a los defensores, a los activistas… Hay amenazas, solamente, pero nada que ver con lo que ustedes viven.
Tú puedes tomar una copa de vino en el centro de la CDMX y te parece normal, pero Ecatepec está a unos kilómetros… También, el pueblo de Oaxaca (que se aprecia en el documental), donde se registra una devastación, está a menos de dos horas de Puerto Escondido. Son como mundos paralelos. Esa violencia está ahí, pero no la vemos; sin embargo, está a un lado.
Con pena, el cineasta afirma que hace tres años que comenzó a filmar La guardia blanca y nada cambia, o peor: siguen matando gente.
Comenta: “es importante ver la cinta en sala, porque tratamos de hacer una película inmersiva por medio de la imagen, de la música. Es más que dar cifras…”
El filme llegará a salas de cine comerciales el 24 de este mes bajo el sello de distribución Pimienta Films.
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